miércoles, 27 de noviembre de 2013


Quería cruzar una lápida de cristal en una sábana
Y jugar en el drama pequeño de lúgubres risas
Armar un escándalo de murmullos en un festín casi oculto de labios sin sueño
Y pude apenas repetir sus nombres en la esquina de mi espera. 

Alguien escribió en los muros de Auschwitz:
"si dios existe va a tener que pedirme perdón de rodillas"
Otros garabatearon con letras rojas, en Varsovia: 
"Den testimonio, pelamos de Pié hasta morir".

¿Cómo pueden hoy recordarlos sin sentir ese muro?
¿Cómo pueden rememorar con tamaña ajenidad ficticia?

De Ausschwitz a Varsovia destilan algunos de los únicos 
poemas que soy capaz de escribir.
Ambos guían mi vida.
Son un tatuaje a cincel de mi chiquita historia 
anclada en los otros, en ellos, 
y en todos los que quedan.