viernes, 20 de mayo de 2011

Otra vez las palabras

Las palabras tienen el hocico corto
Olfateen su ruido en pronunciaciones graves
Sirven solo cuando son guturales o concisas o vastas o plenas
Ajenas al muro que trae la duda
Es decir
sin decir dicen su propio y profundo grito
La mañana exacta que busca la pena.

Es poquito el tiempo para tantas posibles palabras.

Ciénagas de cielo

No podemos desenterrar los huesos de muestras maravillosas pasiones
Ni agendarnos en las hileras de la Cámaras ocultas del cielo.

Tampoco somos capaces de cerrar la bóveda del aire
Ni de negarnos relatos de ciénaga y delirio.

No somos lucidos para anudar la espera
Ni podemos servirnos fieles de los límpidos fuegos del pasado.

Apenas si logramos raspar la humeante patina del brillo
O jugar en las avenidas que dan al abismo del orgullo vacío.

Pero podemos gritar.
Si,
Gritar,
Carajo y putear a la luna denunciando su estúpido plástico de romance muerto.
Y podemos desafiar momentáneamente al tiempo
Mientras crecen los poemas en la esquina negra del dolor alado.

Puede que ustedes no lo sepan:
Pero Somos lamparas de capricho
entubados --es verdad-- dolientes, chamuscados, malheridos
Dispuestas a derramar la ultima lagrima reseca y tibia
en el mismísimo charco donde Camus h
Se atrevió a matar La Peste.