viernes, 27 de noviembre de 2020

Diego


Cada uno se queda con el retazo de imágenes que puede asimilar, que no le resultan dañinas. La memoria inmediata es selectiva y tiene vericuetos íntimos, siempre rodeados de inscripciones, mandatos y sombras. Uno decide recordar el trayecto de vuelo que elige, para seguir este camino de sueños del brazo de lxs otrxs. Uno apuesta a las instantáneas que hacen soportable ese aleteo del tiempo por venir. Entonces irrumpen algunas fotos recientes que conmueven a quienes tienen siquiera una terminal cardiaca en lxs que más sufren: esos gritos y esos llantos humildes pronunciados desde todos los suburbios olvidados del margen vital. Escenas que remiten a una canchita de piedra y barro de Fiorito, clavada en los ojos de muchos pibes con zapatillas rotas, con ilusiones inmensas de glorias difusas. A mi se me aparece, por sobre todo, esa rebeldía que lxs atildadxs bienpensantes del privilegio no podrán nunca soportar. Y entonces una mínima mueca de risa se me cuela en el medio del dolor. Decido, especialmente, quedarme con esta señal de asado escupido en las narices del poder. Con esa insolencia lanzada en la cara de las sucias pompas mezquinas. Cada uno se queda con lo que puede. jne