Quería cruzar una lápida de cristal en una sábana
Y jugar en el drama pequeño de lúgubres risas
Armar un escándalo de murmullos en un festín casi oculto de labios sin sueño
Y pude apenas repetir sus nombres en la esquina de mi espera.
"si dios existe va a tener que pedirme perdón de rodillas"
Otros garabatearon con letras rojas, en Varsovia:
"Den testimonio, pelamos de Pié hasta morir".
¿Cómo pueden hoy recordarlos sin sentir ese muro?
¿Cómo pueden rememorar con tamaña ajenidad ficticia?
De Ausschwitz a Varsovia destilan algunos de los únicos
poemas que soy capaz de escribir.
Ambos guían mi vida.
Son un tatuaje a cincel de mi chiquita historia
anclada en los otros, en ellos,
y en todos los que quedan.
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