Dejé una poesía en un refugio,
escondido, en una herrumbrosa estación de tren,
olvidada.
Pensé recuperarla en cualquier verano
acaso alguna mañana,
perdida, de domingo inútil.
Pero no fue capaz de esperarme
quieta, fue inasible como un tigre negro,
esquiva, rebelde y tierna,
tal cual su letra llorada en una esquina.
Sigo en su búsqueda de ojos inmensos
similar a la mirada del mar,
que fui un día.
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