miércoles, 27 de noviembre de 2019

Por una cabeza
Te enseñaron que lo tuyo no tenía valor. Que los brillos tienen dirección en el abismo de lo foráneo. De lo ajeno. Te enseñaron a despreciar tu barrio, tu gente, tus amores con aroma a eucalipto. Alguien te dijo un dia que tu patria "no tenía arreglo", que esas mañanas que viviste con piel en las manos no debían tener sentido para vos. No te enseñaron a querer lo que te rodeaba: ni tus calles, ni tu gente, ni tu pueblo, ni siquiera tu íntima biografía. Todo era descartable. Te condujeron a creer que todas estas huellas transitadas, estos tatuajes por dentro, estos sueños concretados y estas derrotas dignas debían ser obviadas, olvidadas. En algunas escuelas te alfabetizaron escondiéndote la historia de lxs tipxs más maravillosxs que habitaron y pelearon por estos pagos. Te sugirieron que memorices apellidos lejanos, guerras de aniquilación y que remores las gestas de tiranos genocidas. Y en forma paralela te empujaron a despreciar los entrañables rostros de quienes hacían con sus manos, día a día, la vida. Rostros cobrizos, afrodescendientes, perfiles fenotípicos de la tierra profunda. Te pidieron que memorices las anécdotas miserables de reyes y estadistas enterrados del otro lado del atlántico. Pero te ocultaron --o apenas nombraron-- a los que se jugaron por los derechos que hoy disfrutás. Te quisieron convencer de que la alegría era un producto desconocido dentro de nuestras fronteras. Y te hicieron valorar lo ajeno como insuperable. Pocos se animaron a contarte del coraje de quienes dieron la vida por una Patria Latinoamericana. Y ni siquiera te explicaron la causa por la cual la Logia (de la que participó San Martín) se llamaba como el cacique mapuche Lautaro, jefe de los oponentes al imperio invasor. Nadie te deletreó la frase del pibe de Yapeyú respecto a combatir “como nuestros paisanos los indios” ni su corolario fundacional, “Seamos libres y lo demás no importa nada”- Tampoco te sugirieron que escuches la música tarareada por tus ancestros, ni los productos culturales forjados por quienes modelaron el universo simbólico de nuestra gente. Te enseñaron a no quererte y a no valorar al pueblo que te contiene. Así se hizo fácil colonizarte. En cuerpo y en mente. ¿Quién puede luchar por algo que no ama? Habrá que empezar a valorar esto (múltiple) que somos. Para reconocer nuestra maravilla de gestos lindos. Ese poder estético y ético aterra a la dominación. SAbe que nos hace fuertes. orgullosos, nad manipulables. Nos constituye como parientes de una historia común. Partícipes dichosxs, celebratorios, de una confianza válida. Cantemos juntxs, ché: que el cipayismo organizado escuche nuestra satisfacción de sabernos parte de un camino compartido. (Jorge Elbaum)