miércoles, 28 de febrero de 2018

MI VERDULERO BOLIVIANO
Es pa' vos, Jaime: Para vos y tu familia. Para celebrar tu mirada esquiva. Para reivindicar las charlas de bar que nos damos en el medio de la acelga. Para volver a brindar como esa noche del 9 de diciembre de 2015 (ambos apenas alcoholizados de dolor) después de sembrar unas gotas sobre los tomates, mientras nos juramentábamos aprender de la derrota. Y para recordar cómo nos sentíamos parte intrínseca del legado de Evo, en el marco de es
a Patria Grande que se empecinan en tratar de implosionar para que seamos más débiles y por lo tanto más sometibles. Esta copa que tomo hoy es para vos, Jaime, para volver a ver juntos el videíto ese --conmovedor-- de Chávez solidarizándose con Bolivia.
Mañana voy a visitarte para abrazarte y putear al medio pelo racista que desprecia toda forma de dignidad que provenga de la humildad, sobre todo, si tiene colores de tierra mojada. Para reafirmarte que tu lugar tambien es mi Patria. Que ese pedazo de pulmón multiétnico es parte de mi identidad: una porción amada, defendible y entrañable de nuestro cuerpo latinoamericano, constantemente agredido por el cipayismo vernáculo. Esa tierra castigada a la que le robaron minerales de sus entrañas y le extirparon el mar, por reyertas intestinas motivadas por intereses coloniales que necesitan nuestra fragmetnación y nuestra desunión a pedacitos. 
Por todo eso, Jaime. Por vos y por el millón de compatriotas que vinieron a sembrar de laburo a esta porción de Patria, es que te escribo, desde acá, para dar testimonio del respeto que te tengo. Pero voy a repetírtelo mañana en la verdulería, frente a tu sobriedad andina, homenajeando tu origen de sal y sacrificio minero desde los 10 años. Voy a presenciar otra vez tu silencio entrecortado, tu maravilloso resentimiento melancólico. Tu poesía de miradas con tajos. Tu lenguaje bajito y áspero. Tu madrugón de las tres. Cuando los guapos de brillantina hacen la juega del abismo. Mañana voy a postrarme -- ya lo hice y te reíste-- ante tus tres colores colgados sobre la pared blanca, descascarada y valiente. Y voy a rememorar, como otras veces, dónde fue que Ernesto decidió emprender su incendio. Y dónde quedaron esparcidas cada una de sus balas libertarias. Pero también voy a rendir homenaje --al lado tuyo-- a una de mis (nuestras) mamás íntimas y clandestinas: Juana Azurduy. Gracias, Jaime.

lunes, 26 de febrero de 2018

 Eso / unas rejas impostadas por los señores del metal impostado / una arbitrariedad de esquirlas / que aspan los ojos por la espalda / también una solidaridad de muros / una pasión que se volverá ensimismada / una brutal mirada al cielo inconmovible / las puertas que se cierran / en ese lodazal de farsas inventadas. / A uds / doloridos hijos de un padre encarcelado / dueñxs privilegiados de la próxima jugada / les queda la sabia paciencia del desagravio. / Solo habrá que recordar / siquiera / porfiadxs /  ese momento / del final de la visita / y guardarlo en una cajita / blindada / como una lúcida lágrima / de advertencias astilladas. /  jne