sábado, 23 de diciembre de 2017

LA NAVIDAD DE UN JUDÍO   
Voy a brindar como Ieshua (así se llamaba y ese fue el único apelativo que escuchó en su vida). Como su madre Miriam, habitante de una Galilea ocupada por los pretores del sometimiento, la mezquindad y la opresión.
Hasta su nombre le robaron para reconfigurarlo en el juego de la domesticación y la entrega a los poderosos. Los romanos del imperio lo rebautizaron en latín antiguo --lengua de los pretores-- como Jesús, en un idioma desconocido por el propio Ieshua.
Cuando llegó a lo que Ieshua consideraba el sagrado Tempo de Ierushalaim (Jerusalém en latín.) expulsó a los mercaderes y a los sacerdotes fariseos que se habían vendido a los romanos, constituyéndose en sus socios en la opresión al pueblo (algo así como la AMIA y la DAIA de hoy). De ese templo solo sobrevivió una de sus paredes, la occidental. Es la que se conoce como Muro de Los Lamentos.
Mis compañerxs del "Centro Nueva Tierra" y de los Curas en Opción por los Pobres levantarán mañana sus copas para conmemorar el re-nacimiento de la esperanza humana.
Sin embargo, la esperanza del nacimiento, este año, se da, en mi Patria, con nuevas persecuciones. Con jóvenes asesinados como Santiago Maldonado y Facundo Nahuel. Con decenas de Presxs Políticxs. Con gases que enturbian el aire. Con balas de goma y de plomo. Con reducciones salariales y jubilatorias. Con extorsiones y beneficios para los más pudientes. Con risas sucias clavadas en los acomodaticios salones del poder. Con revanchismo mediático-judicial hacia quienes intentaron hacer una Patria más inclusiva. Con acoso mediático y jurídico a los que resistieron la recurrente invasión imperial,
Esta Navidad se da en un contexto de lenguajes y pátinas neoliberales, falsamente meritocráticxs. Versículos de un dogma fariseo que endiosa a todos los repetidos becerros de oro. Que insiste en asociar (con vileza) el dinero con la belleza y la verdad.
La paradoja de la Navidad es que supone la supremacía de la vida, la autenticidad, el trabajo, por sobre la malevolencia y el desprecio, incluso cuando la negrura acompaña su estrella.
Esa fraternidad y sororidad es lo que permite que brindemos con lxs otrxs sin olvidar las sombras dolorosas de los (nuestrxs) asesinadxs –esxs nuevxs crucificados--, de los detenidxs, de los despedidxs.
Eso es lo que hace que sea un brindis presencial de millones de personas unidas por hilos invisibles de afecto. Un abrazo inquebrantable contra el egoísmo, la crueldad y el cinismo de los romanos / macristas.
Con la certeza de ser parte de ese entramado invisible que se planta ante el imperio, una y otra vez en la historia, es que mañana –a pesar de mi agnosticismo limítrofe con el ateísmo-- levantaré mi copa. Pero voy a brindar desde el mismo balcón en que Agustín Tosco exigió Navidad sin Presxs Políticxs hace 34 años. Jorge Norberto Elbaum.

domingo, 10 de diciembre de 2017

https://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-55397-2005-08-21.html
21 de agosto del 2005

La violencia como identidad

Por Jorge Elbaum *

Preguntarse sobre las relaciones entre la juventud y la violencia quizá remita a reflexionar sobre las formas en que se es joven en la actualidad. O sobre el clima de ingreso a la adultez en el que están insertos los adolescentes. Supone hacerse preguntas como las siguientes: ¿cuáles son los factores que hacen que algunos chicos/chicas se incorporen a grupos cuya característica identitaria fundamental es compartir hechos de prepotencia, provocación, agresión y violencia? ¿Cuál es la causa por la que determinadas grupalidades, como los skinheads de derecha, reclutan adeptos dentro de nuestra sociedad? ¿Quiénes son las víctimas de la violencia? La primera de las preguntas refiere a climas de época: es indudable que la violencia se ha transformado en una “vecina” aceptable. La violencia material y simbólica inunda la vida cotidiana y es ampliada como noticia por los medios hasta el borde del disfrute sádico y obsceno. La violencia se ha naturalizado como función equivocadamente expresiva y algunos jóvenes creen ver en su despliegue una forma de afirmación en el mundo, una forma de pelear por algo y contra algo (que además puede permitirles una supuesta constatación de éxito). La violencia cotidiana, urbana, se ha transformado en una constante no cuestionada cultural ni socialmente, y algunos jóvenes recurren a ella para encontrar un reconocimiento social que no logran alcanzar por otros medios. Los skin recurren a múltiples “textos” y relatos sociales donde la discriminación, la inferiorización, el antisemitismo, el odio a los inmigrantes o a los aborígenes son parte del lenguaje cotidiano muchas veces escondido detrás de lo “políticamente correcto”. Las entrevistas en profundidad realizadas a skin de derecha (no todos los cabezas rapadas son fascistas: algunos son confesadamente pacifistas –los sharp–, o de izquierda –los red skin–) demuestran que el reclutamiento de jóvenes a sus filas se produce como resultado de la carencia de referentes adultos confiables y creíbles; por la incapacidad familiar para generar un tránsito adecuado de la pubertad a la juventud; por la canalización de ideologías discriminatorias incorporadas durante la infancia; y por necesidad de contar con un grupo de pares que brinde seguridad, confianza, respaldo y defensa frente a un mundo que consideran violento y al que hay que, suponen, enfrentar con violencia. Otro de los factores asociados al reclutamiento es el hecho de que identifican la violencia como una forma más exitosa de reconocimiento social: como los skin quieren poseer una identidad fuerte, creen que la irrupción violenta y su difusión mediática les garantiza una existencia social más plena que otras formas expresivas. Los cabezas rapadas locales suelen pertenecer a los estratos medios bajos y poseen un discurso pseudonacionalista que los hace reclutables por parte de las diversas y minoritarias organizaciones falangistas locales. De hecho, un porcentaje de la militancia de esas sectas nazis hace su tránsito inicial por grupos skin, incorporando la fraseología del “orgullo oi” y el physique du rol brutal de una supuesta superioridad que consideran indudable. La literatura en la que se inician mezcla fanzines distribuidos en el Parque Rivadavia o en galerías del Barrio de Belgrano, letras de canciones en donde se relatan triunfos raciales o impresiones de portales de Internet en los que siempre hay enemigos dignos de ser golpeados o juegos donde las víctimas pueden ser gaseadas, exterminadas o humilladas públicamente. Los grupos a los que consideran sus enemigos jurados son las minorías étnicas, religiosas o sexuales. De esta manera, relacionalmente, creen que son superiores a alguien. Se sienten portadores de un lugar de preponderancia frente a los otros y “comprueban” que son alguien en el mundo. Desprecian intuitivamente toda diferencia y configuran el mundo como un lugar jerárquico donde hay dominantes y dominados, ubicándose ellos en el lugar supremo. Creen que la desaparición de las jerarquías y la aceptación de las diferencias constituyen un peligro indudable para su existencia social.
Los hechos recientes y la larga lista de violencias urbanas practicadas por estos grupos exigen en principio diferenciar las tribus y no culpabilizar a los jóvenes en general de lo actuado por un grupo de ellos. Implica además cuestionar los discursos discriminatorios que no son sólo juveniles, aunque utilizan como fuerza de choque a este grupo etario. Supone, también, insertar dentro del sistema educativo y de los debates familiares el reconocimiento de las diferentes tribus juveniles, sus características y sus proyecciones, desmontando las creencias vulgares de que todo agrupamiento juvenil (las tribus) es de por sí peligroso, valorizando al mismo tiempo aquellos rasgos culturales que portan estandartes artísticos, solidarios y expresivos donde lo humanitario, lo equitativo, lo erótico y lo pacificador tienen un lugar, una proyección en los sujetos y una utopía de realización comunitaria.
La sociedad debe estar siempre preparada para enfrentar el huevo de la serpiente o La Peste, en la versión de Albert Camus. Uno nunca sabe dónde los discursos sádicos del disfrute del dolor del otro tienen espacio para su reproducción y su ampliación. Por eso, frente a la omnipresente historia de las persecuciones y los genocidios, nunca serán muchas las acciones que den cuenta de quienes legitiman la muerte, la discriminación y la violencia como forma de construcción y destrucción social.

* Sociólogo, docente e investigador sobre problemáticas sociales y culturales.