jueves, 26 de junio de 2014

Yo que había asistido al parto de lo que fui
y que me quedé extasiado viendo el duelo de ese llanto amniótico.

Yo que había sido certero de pasiones en cordilleras, peleas y bibliotecas 
vengo a saber hoy de pájaros en rutina ácida.

Yo que había corrido miles de llantos, uno por uno, 
que había hecho un buen teatro de retiros sin despedidas
y que había inaugurado el refugio de los libros secretos.  

Yo, ese yo casi parco y orgulloso, desconfiado y por primera vez, ante mi mismo: sin pleitesías, ni sacramentos, ni vergüenzas, digo:  

Yo, que nombré voces de la primera persona del singular, 
mientras pensaba en plural como orgía de palabras. 

Yo, que acompañé atento, a mi biografía cruzada por la Historia, 
y que invoqué las palabras profanas de un adiós a medias.

Yo que perjuré de mi vuelta en un tibio trazo de oleo amarillo
esculpido con incendios.
 
Yo que traigo este desorden de significados para vos,  o para alguien, 
que haga de esto, por fin, un tenue y fuerte poema honesto.

Yo que transité una a una las ciénagas del pretendidas de cada cielo
declaro
otra vez 
a la poesía 
como mi única e indefectible tumba.