Pasé por una brisa que tenia mis ojos clavados en su asfalto
y me refugié en dos silencios que había guardado en el bolsillo de mi biografía.
Fue el momento clave de mi respiro entrecortado
y de las inmensas ganas de llorar que venían como de locomotora.
Fui entonces un circuito, una carabina, una mortaja
frente a los parpados luminosos de mis tataranietos
sabedores de risas, colores y plazas,
anduve por ellos en un grito comanche en desmesura
y fui descalzo a jugar a sus hamacas tibias.
¿Y ahora?
--Ahora solo invito al viento que un día fui.