lunes, 25 de noviembre de 2013

Quería cruzar una lápida de cristal en una sábana
Y jugar en el drama pequeño de lúgubres risas
Armar un escándalo de murmullos en un festín casi oculto de labios sin sueño
Y pude apenas repetir sus nombres en la esquina de mi espera. 

Alguien escribio en los muros de Auschwitz:
"si dios existe va a tener que pedirme perdón de rodillas"
Otros garabatearon con letras rojas, en Varsovia: 
"Den testimonio, pelamos de Pie hasta morir
¿Cómo pueden hoy recordarlos sin sentir ese fuego?
¿Cómo pueden sentirse cerca con tamaña ajeno dad ficticia?

De Ausschwitz a Varsovia destilan el poema que grito al escribir.

Ambos guian mi vida y son un tatuaje a fuego en mi chiquita historia 
anclada en los otros, en ellos, y en todos los que quedan.